jueves, 8 de marzo de 2018

Reseña: ¡... más banderas! de Evelyn Waugh

La guerra es algo siempre trágico que ha servido de inspiración para infinidad de libros y desde las perspectivas más variadas. Algunas se centran en el componente épico, otras, en el sufrimiento humano, como Stephen Crane en su La roja enseña del valor, Erich María Remarque en Sin novedad en el frente o el Viaje al fin de la noche de Louis-Ferdinand Céline, que además muestra su cara más absurda.


Evelyn Waugh, con esa sátira corrosiva que le caracteriza y su prodigiosa capacidad para describir el ambiente de las clases altas, se atrevió en 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, con las fuerzas del eje todavía dominando amplias zonas del planeta y un desenlace de la guerra aún incierto, a escribir !... más banderas!, un relato de corte humorístico sobre el primer año de conflicto. Éste recoge el periodo que media desde la invasión de Polonia el 1 de septiembre de 1939, primero por los alemanes y en segundo lugar por los soviéticos, hasta el 10 de mayo 1940, cuando Alemania comienza la invasión de Francia (y la línea Maginot cae con una facilidad vergonzosa), Bélgica, Paises Bajos y Luxemburgo.

Se trata de un periodo de relativa calma, sin apenas operaciones terrestres importantes en el frente occidental. Los soldados del eje y los aliados holgazaneaban a sus anchas y la vida, dentro de la calma tensa que se vivía, era relativamente normal. Medio en broma, medio en serio, se pasó de considerar la Blitzkrieg (Guerra relámpago) de los alemanes como una Sitzkrieg (Guerra de broma). Todavía no había comenzado la guerra en toda su crudeza y había quien conservaba en el bando aliado esperanzas de una pronta paz o, como mínimo, de una guerra corta, sin ser conscientes de lo que se avecinaba.

La acción de la novela se centra en el Reino Unido, en esa clase ociosa que tan bien reflejada ha quedado en las magníficas novelas de Wodehouse: hombres y mujeres de rancio abolengo entregados a tareas de gestión de sus bienes y obras benéficas, hijos y sobrinos de profesión sablista, criados como el bueno de Jeeves y esa idea de permanencia de la tradición a pesar de los cambios que traen los nuevos tiempos. Pero no lo hace para regodearse en ella, sino más bien para mostrar como se trata de una raza en extinción, herida de muerte durante la Primera Guerra Mundial, aunque resurgiera momentáneamente en el periodo de entreguerras. El nuevo conflicto mundial supuso su definitiva desaparición, aunque al principio no se dieran cuenta que estaba lanzando su postrero canto del cisne.

En esta primera parte de la guerra, temiendo los bombardeos alemanes, se comienzan a producir las primeras evacuaciones de civiles de las ciudades al campo. Aunque todos colaboran en el esfuerzo de guerra, eso no significa que aquellos que los acogen estén especialmente deseosos, ni mucho menos que los acogidos no prefirieran estar en sus lugares de origen y no ser tratados con condescendencia, cuando no suspicacia. Una circunstancia magníficamente tratada por Waugh.

Nuestro estimado héroe, desheredado por su difunto padre tras uno de sus primeros traspies juveniles, aunque adorado por su madre, quien se empeña siempre en intentar ayudarle, recurriendo a amigos poderosos gracias a su posición social, con resultados siempre contrarios a los esperados, es una persona sociable, con buen porte y éxite con las mujeres, amén de listo e inteligente; sabe apreciar una oportunidad cuando se le aparece, por poco ética que sea. ¿Ganar dinero como oficial de alojamiento por evitar que se quede un grupo de los más detestables evacuados? No hay problema. ¿Lograr empleo a base de aprovecharse de un loco y de meter en problemas a algún amigo, haciéndole huir de modo que parezca todavía más culpable? Una obra maestra de la improvisación.

Su problema radica en una suerte de insatisfacción permanente que le impide conservar cualquier puesto o trabajo que obtiene. Se aburre. Como acabará confesando, la excitación que obtiene no es tanto de lograr un objetivo, sino del camino hasta alcanzarlo. Por ello se lanza de una empresa a otra en una huida permanente hacia delante. Hasta el final.

Aún con el componente humorístico, se respira en todo el texto ese aroma de fin de una época que produce nostalgia por unos tiempos, ni mejores ni peores, pero sí que ya no volverán. Les recomiendo su lectura.

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