viernes, 23 de marzo de 2018

Cinismo epistolar

La huida de protagonistas del procés al extranjero, para evitar responder ante la justicia de sus presuntos delitos, se está convirtiendo en una costumbre que amenaza con dejar vacío el hemiciclo catalán. 

Igualmente, se ha convertido en una perniciosa costumbre dejar cartas grandilocuentes, emotivas y lacrimógenas, que pintan un escenario en que ellos son seres nobles, desinteresados y moralmente superiores; personas que sólo aspiran a vivir en paz y libertad, frente a un estado opresor que presuntamente conculca sus más elementales derechos humanos y asfixia ese deseo de vivir de acuerdo a valores democráticos. Esta situación, justifica la necesidad de rebelarse y "exiliarse" para seguir defendiendo su causa. 

Marta Rovira. Fuente: By Raulpresseguer

La última de estas cartas es de Marta Rovira, discípula y sucesora al frente de ERC de Fray Junqueras, que emprende el mismo camino que insignes figuras como Puigdemont, algunos de sus consellers y la dulce Anna Gabriel ginebrina. La única duda que me queda es si se alojará en la mansión de Waterloo, en algún cuco apartamente de Ginebra o si le tienen preparada una villa campestre para ella sola, porque a sitios baratos no se van.

Esta es la carta:

"Hoy emprendo un camino duro, un camino que, desgraciadamente, muchos otros que nos preceden han tenido que coger. El camino del exilio. 
 
No puedo ocultar la profunda tristeza que siento al alejarme de tanta gente a la que quiero, y quiero muchos. De otras muchas luchas compartidas durante años con personas a las que les mueve un único objetivo: cambiar la sociedad donde viven. Hacerla más justa. Personas dignas. Dejar de ver los paisajes que me envuelven desde la infancia, de pasear por las ciudades donde he vivido...

Siento tristeza, pero mucho más triste hubiese sido vivir silenciada interiormente. Sentir mi libertad de expresión censurada por unos tribunales que intimidan y que aplican- descaradamente- criterios políticos. Casa día, cada hora sentía mi libertad limitada por amenazas judiciales arbitrarias. No me sentía libre. No me reconocía. Estas últimas semanas he vivido dentro de una prisión interna. 
 
El exilio será un camino duro, pero es la única forma que tengo de recuperar mi voz política. Es la única forma que tengo de alzarme en contra del Gobierno del PP, que persigue a todo aquel que está a favor de votar y que castiga a cualquiera que intenta cambiar lo preestablecido y lo establecido. Un Gobierno que está dispuesto a saltarse el estado de derecho y las libertades civiles para conseguir sus fines políticos. 
 
Tengo una hija, Agnès. Las madres sabéis como la quiero. Y cuan fuerte es el sentimiento de darle todo lo que le pueda dar. El exilio me permitirá hacerle de madre y se lo merece todo. Mucho.
Os quiero decir una última cosa. No dejéis que la angustia se apodere de vosotros. El análisis de una realidad antidemocrática y profundamente injusta no ha de dar lugar al resentimiento. Contra nadie. Contra nada. Solo desde le respeto y el amor hacia todos los ciudadanos y todas las opiniones conseguiremos cambios radicales y profundos. Solo desde el trabajo conjunto conseguiremos una República para todos. 
 
Como dice Oriol, "En estos días que vendrán, manteneos fuertes y unidos. Transformad la indignación en coraje y perseverancia. La rabia, en amor. Pensad siempre en los otros. En lo que hemos de rehacer. Insistid porque to persistiré. Gracias por todo vuestro apoyo. Os quiero". Eso haremos, Oriol. 
 
Os escribo ahora, así, con sinceridad y libertad. Es como lo podré hacer desde ahora como secretaria general de ERC, un partido al que quiero y que ha dado tanto al país y que aún ha de dar mucho más.

¡Viva la libertad, la justicia, la igualdad y la fraternidad. Viva una república catalana para todos!

Marta Rovira."

Rovira intenta centrar la culpa de la "represión" en el Partido Popular, como si de haber estado otro partido en el poder las cosas hubieran sido diferentes. A la vista del rechazo en bloque de los grandes partidos constitucionalistas a la secesión unilateral, inclusive el de Podemos, aunque fuera a regañadientes y para intentar atajar la sangría de votos que perdía fuera de Cataluña, pretender que la culpa es única y exclusivamente del PP es no querer reconocer la realidad.

Acusar al poder judicial de estar politizado, es jugar con una verdad a medias. Aunque haya cuestiones mejorables en relación a la elección de los miembros del Consejo General del Poder Judicial, así como los magistrados del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional, el nuestro es un poder judicial razonablemente independiente y muy garantista de los derechos fundamentales (muchos más de lo que se puede decir del diseño del poder judicial de una hipotética Cataluña independiente, que era una mera marioneta del ejecutivo). Sin ir más lejos, la propia Marta Rovira estaba en libertad condicional, en plena posesión de sus derechos civiles y políticos y ni siquiera se le había retirado el pasaporte. Lo único que no podía esperar era que esta situación no variase durante el transcurso del procedimiento.

De hecho, los detalles que se van conociendo a través de los papeles rescatados de la quema por la Policía Nacional, deján entrever una trama perfectamente organizada para, usando fondos públicos y las instituciones catalanas, promover la agitación pública y el referendum ilegal a través de asociaciones de la sociedad civil (Omnium Cultural y ANC, piezas claves en el sostenimiento del procés) y forzar la independencia en cualquier caso. Es decir, la negociación con el Estado nunca fue una opción, como bien sabemos ahora; salvo que por negociación entendamos la aceptación incondicional de sus peticiones.

Esta situación entronca directamente con los delitos de rebelión y sedición, además de la prevaricación, que no son nada extraños en derecho comparado; ni su tipificación ni las penas que suelen llevar aparejadas. Tiene razón Rovira para tener miedo, pero no porque no vaya a tener un juicio justo y con las debidas garantías, ni porque se haya quebrantado su presunción de inocencia sino porque todos los indicios apuntan a que puede tener cuestiones por las que responder ante la justicia. 

No hay amenazas judiciales arbitrarias, puesto que la ley es clara, pública, abstracta y general. Tampoco su libertad de expresión se ha visto limitada. De hecho, la libertad de expresión recoge el derecho, como se ha hecho durante años, a compartir ideas u opiniones que pueden ofender, chocar o indignar a otros; y es una libertad especialmente protegida en el ámbito político. No se la juzga por defender la posibilidad de una Cataluña independiente, sino por cómo se ha intentado, conculcando la ley.

Referirse a una "realidad antidemocrática y profundamente injusta" para definir la democracia española y proclamar amor hacia todos los ciudadanos y todas las opiniones, es olvidar lo que ha supuesto el procés para los catalanes no independentistas y sus representantes políticos: el modo en que se ha ninguneado a la oposición; como se han modificado a traición y sin garantías los procedimientos en el Parlament para aprobar leyes ilegales; como se han roto familias, grupos de amigos y se ha fracturado el tejido social catalán.

Puede entonar los vivas que quiera a la libertad, la justicia, la igualdad y la fraternidad, pero quedan como palabras vacias en sus labios. La sociedad catalana ya disponía de estos valores, integrada en una España plenamente democrática y plural. Durante muchos años, en comparación con el País Vasco, se ponía el ejemplo de la convivencia y el seny catalán. Recuperarlo, ahora que ha sido pisoteado y casi todos los puentes destruidos por los independentistas, llevará años. 

Cuanto antes se comience a formar un gobierno que de verdad se dedique a gestionar y responder a las demandas de los ciudadanos, en lugar de continuar con esta siniestra necrofilia que es la "resurrección" de un procés que está muerto y enterrado, antes se volverá a la normalidad




1 comentario

  1. Gracias a lo garantista que es el actual sistema judicial español (que tanto critica la independentista huida), puede ahora la señora Rovira disfrutar de un "dulce" exilio que seguramente como bien dices, no será barato y que muy posiblemente habremos pagado, sin querer, los ciudadanos de la denostada España .

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