lunes, 13 de noviembre de 2017

El cerdo: limitador de la expansión del Islam

Detrás de los tabúes alimentarios de buena parte del mundo, se esconde mucho más de lo que parece. Con todo lo absurdo que nos pueda resultar el hecho que algunas culturas no coman vacas, adoren el pollo, abominen el cerdo o degusten la carne de perro y los insectos con regocijo, existe detrás una explicación perfectamente plausible en términos de coste/beneficio, aunque la razón "oficial" sea la tradicióno supuestos mandatos religiosos. En realidad, éstos suelen encubrir la necesidad de la población de conseguir llegar a un razonable equilibrio ecológico sobre el territorio en que se asienta. Por desgracia, normalmente la regulación comienza cuando parte del mal ya está hecho, debido principalmente a la sobreexplotación del terreno o a un crecimiento de la población superior al de los recursos para alimentarla.



La Indía es un ejemplo significativo de esto. En sus primeros textos sagrados, los Rig Veda, no se protegía el ganado vacuno ni se prohibía su sacrificio y el consumo de su carne; por el contrario, se permitía el consumo ritual sin limitación de cantidad. Así, en los primeros tiempos del hinduismo los atracones de carne de vaca, al menos entre las clases más privilegiadas de su sistema de castas, eran cualquier cosa menos episodios extraños. De modo progresivo, debido al aumento de la población, la reducción de los bosques y la conversión de tierras de pastoreo en campos de labranza, disminuyó la posibilidad y la utilidad de tener una amplia cabaña bovina. Era más razonable y eficiente sostener las necesidades calóricas de la población humana con el cultivo de legumbres y cereales, así como con el consumo de leche, que a través de un insuficiente suministro de carne; sin contar con que ahora no podían permitirse matar el vacuno existente, pues su nuevo modo de vida hacía necesarios los bueyes para ayudar a arar el duro terreno de la India septentrional.

Muy similar es la razón del origen del tabú de la religión judía, que la musulmana heredo, en relación al cerdo. En los lejanos tiempos del neolítico, la región de Oriente Medio contaba con una mayor cantidad de bosques y zonas húmedas, donde el cerdo obtenía sombra, lodo sobre el que revolcarse y sustento adecuado. Sin embargo, existen peros. El cerdo está muy mal adaptado a las regiones áridas y con mucho calor; el no poseer glándulas sudoríparas tampoco ayuda. Si bien el cerdo tiene una inmensa capacidad para transformar en carne lo que ingiere, no le vale cualquier producto vegetal. A diferencia de los rumiantes, que pueden digerir casi cualquier tipo de hierba, por alto que sea su contenido en celulosa, el cerdo comparte alimentación con el ser humano y compite con él. Así que, en un contexto en que se reducen los bosques y aumenta la población, criar un animal que, a diferencia de los rumiantes, mejor adaptados y más versátiles, requiere de cuidados especiales, es necesario alimentar y no puede ser ordeñado ni servir de elemento de tracción para la agricultura, se convierte en un lujo que no es posible permitirse. 

Pero ahora llegamos a la cuestión que da título a esta entrada: el cerdo como limitador de la expansión del Islam. Cuando comienza la expansión del Islam por el norte de África y hacia las regiones semiáridas del este, apenas encuentran oposición ni especiales problemas de los nuevos conversos, para los que la ganadería del cerdo era secundaria o directamente desconocida, los problemas comenzaron cuando alcanzaron territorios donde se daban condiciones ecológicas favorables a la ganadería porcina. El antropólogo Marvin Harris, en su Bueno para comer, libro cuya lectura recomiendo encarecidamente, lanza la tesis bien fundamentada: "cada vez que ha penetrado en regiones en las que esta ganadería (la porcina) era una de las bases del sistema agrícola tradicional, el Islam ha fracasado en el intento de ganar para su causa a porcentajes importantes de la población." "En otras palabras, hasta el día de hoy el Islam tiene un límite geográfico que coincide con las zonas ecológicas de transición entre las regiones boscosas, bien adaptadas a la ganadería porcina, y las regiones en que un exceso de sol y calor seco hacen de ésta una práctica arriesgada y costosa."

La cabra, archienemigo del cerdo
¿Se contentaron con esta situación? No. De hecho, los agricultores musulmanes contaban con un arma secreta: la cabra. Ésta, al ser capaz de trepar y comer hojas altas y brotes, acaba devorando el bosque. Con esta deforestación, elimina el hábitat favorable para la cría del cerdo y uno de los problemas para la aceptación del Islam. 

¿Ha cambiado este artículo su percepción sobre este simpático animal?

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