jueves, 8 de septiembre de 2016

El liberalismo frente a la atracción del marxismo

Resulta interesante parar a releer textos clásicos y reflexionar sobre el abismo que separa marxismo y liberalismo. Como aviso a navegantes, no creo que se me pueda calificar de especialmente simpatizante de otro pensamiento marxista que no sea el de Groucho. Pero el quid de la cuestión no es que mantenga una posición dada, sino que argumente por qué.

Dos Marx con pensamientos opuestos
La versión más sintética del pensamiento de Karl Marx es la expuesta en El Manifiesto Comunista (1847), en la que desarrolla su visión historicista de la lucha de clases. En la fase actual, capitalistas y proletarios se encuentran enfrentados, sometidos los segundos por los primeros a través de diferentes medios de dominación. La única libertad burguesa para Marx es la del libre comercio. Sin embargo, el capitalismo está sembrando la semilla de su propia destrucción. En la lucha subsiguiente, el proletariado se valdrá del poder para despojar a la burguesía de todo el capital mediante una acción despótica y no exenta de violencia. Cuando toda resistencia por parte de los capitalistas haya sido vencida y la propiedad privada abolida, cesarán las causas que dieron lugar al conflicto y nacerá una nueva sociedad sin clases.

Como vemos, Marx presenta el triunfo comunista como algo inevitable, por vía del determinismo historicista. Además, para crear sentimiento de unidad y comunidad, define de forma tajante el antagonismo entre las dos partes: capitalistas y proletarios, sin puentes de unión ni posibilidad de acuerdos. Todo lo que no sea la eliminación de la resistencia capitalista no sirve. 

En las antípodas de esta concepción política que destruye la individualidad y la tolerancia, está el liberalismo, cuyas libertades, por mucho que insista Marx, no se limitan al comercio, sino que se extiende a la defensa de los derechos individuales de la persona, a la posibilidad de expresar y difundir sus opiniones sin miedo a represalias, en un contexto de amplia tolerancia. El mayor peligro para el sistema liberal es que exista ungrupoo facción, por mayoritario que sea,que imponga sus ideas a los demás.

Podemos encontrar esbozada esta idea ya en John Locke, en su "Ensayo y Carta sobre la Tolerancia", cuando se refiere a la tolerancia entre personas privadas, al afirmar que "ninguna persona privada tiene en ningún caso derecho alguno a perjudicar a otra persona en sus bienes civiles sóloporque esas persona profese otrareligión o forma de culto". Y también en relación al Estado, cuando escribe ¿Qué poder puede darse al magistrado para la supresión de una Iglesia idólatra que no pueda ser usado en algún momento o lugar para destruir una ortodoxa?". Sustituyan Iglesia por ideología política y se verá como sus palabras pueden ser extrapoladas sin problemas, todavía más cuando la historia del comunismo es una lucha constante entre sus diferentes corrientes por ser más ortodoxa que las demás. 

En El Federalista (1787-1788), el futuro presidente estadounidense James Madison recogía de nuevo esta idea, cuando señalaba que "es de gran importancia en las repúblicas no sólo defender la sociedad contra la opresión de quienes la gobiernan, sino también garantizar a una parte de la sociedad contra la injusticia de la otra. La justicia es el fin a que debe tender todo gobierno." 

Otro de los padres fundadores de la nación norteamericana, Thomas Jefferson, en su discurso inaugural ante el Congreso el 4 marzo de 1801, invitaba a "recordar siempre este sagrado principio, que aunque la voluntad de la mayoría debe prevalecer en todo caso, esa voluntad, para ser justa, debe ser razonable; que la minoría posee iguales derechos, que leyes iguales deben proteger, y cuya violación sería opresión".

John Stuart Mill fue incluso un paso más allá cuando, al referirse a la tiranía de la mayoría que tanbien describiera Alexis de Tocqueville, añadió en "Sobre la libertad" que "cuando es la sociedad misma el tirano...sus medios de tiranizar no están limitados a los actos que pueden realizar por medio de sus funcionarios políticos.""No basta la protección contra la tiranía del magistrado, se necesita también protección contra la tiranía de la opinión y sentimiento prevalecientes." Es decir, las opiniones impopulares u ofensivas en un momento dado, deben ser objeto de especial escrutinio y protección, no de censura, salvo que sea estrictamente necesario; y, aún así, con todas las garantías.

En el "Elogio de la Política" (1962) de Bernard Crick, podemos encontrar sintetizado este corpus de pensamiento liberal desarrollado a través de los años, y del que he ofrecido apenas un esbozo sucinto: "Por muy convencido que esté una persona de que su partido tiene razón, deben adaptar sus pretensiones a las necesidades de algún tipo de marco electoral y jurídico que por lo menos evite que la revolución sea la única manera de arrebatarle el poder. Los acuerdos políticos son el precio que debe pagarse por la libertad"

En suma, el marxismo persigue eliminar el pluralismo de un mazazo, mientras que el liberalismo ve algo positivo en su existencia, al tiempo que es plenamente consciente de los problemas que conlleva la existencia de múltiples doctrinas razonables pero opuestas que pretenden hacerse con el poder. De ahí que los pactos y las cesiones mutuas sean un mal necesario para la convivencia, en un marco con unas mismas reglas de juego para todos que permitan alcanzar el poder (y perderlo) sin recurrir a la violencia. 

Sin embargo, el marxismo tiene el gran atractivo de dar respuestas fáciles. Desde el primer momento identifica al enemigo a batir y al que culpar de todo, en términos muy peyorativos, y coloca a sus propios seguidores en una situación de superioridad moral. Están enzarzados en una suerte de cruzada en la que luchan por una sociedad ideal para todos, aunque la mayoría, vistas las experiencias del "socialismo real" hubieran preferido no formar parte de ella.

Para finalizar, como diría el gran Marx: "Estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros"


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