viernes, 2 de septiembre de 2016

El hastío de la política

Siendo una persona apasionada por la política, no puedo evitar definir mis sentimientos hacía la situación actual como de completo hastío. La lógica de la política es alcanzar y mantener el poder en una situación de competencia a través de reglas comunes, que son las elecciones. La no obtención de una mayoría absoluta, obliga a realizar pactos aceptables con cesiones mutuas. 

Rajoy y Sánchez en la Moncloa el 10 de noviembre de 2015. Fuente: La Moncloa
Ese último punto es el que parece fallar en estos momentos. En un país dónde, desde los albores de la transición, al partido más votado le ha resultado sencillo encontrar socios para sumar los pocos escaños que les separaban de la mayoría absoluta, el resto de partidos no han acabado de comprender que toca ser realistas y pactar. 

Encuentro perfectamente comprensible el rechazo frontal de Podemos a alcanzar cualquier acuerdo con el Partido Popular o permitir con su abstención la formación de gobierno. Nunca se ha contado con ellos para tal cosa. Lo que no me acaba de entrar en la cabeza es cómo el Partido Socialista, que ha gobernado España y conoce lo que esto supone, mantiene oficialmente, aunque suenen tambores de guerra en sus filas, la temeraria negativa de Pedro Sánchez.

Temeraria porque la perspectiva de unas terceras elecciones, aparte de que podrían ser ya sin Sánchez, podrían acabar de confirmar el hundimiento definitivo de un Partido Socialista que hace apenas unos meses respiraba aliviado cuando no se produjo el temido sorpasso por parte de Podemos. Y eso que siguieron perdiendo escaños y tuvieron su peor resultado histórico desde la Transición.

Entiendo que el señor Sánchez, que no parece conocer el dicho "lo cortés no quita lo valiente", prefiriera quemar puentes o toda apariencia de cordialidad y educación hacia Rajoy y el PP por extensión, a fin de hacerse valer ante el público y los suyos como una suerte de paladín de la justicia. Sin embargo, fue una estrategia absolutamente errónea. Resultaría difícil que ahora entonara un mea culpa y se se desdijera de críticas tan duras y ataques personales como los que pronunció ante las cámaras, y que pudiera volverse a abrir la vía del diálogo entre el principal partido de la oposición y el partido más votado, pues daría la impresión de rendición. 

Por otro lado, su potencial socio por la izquierda, Podemos, ha demostrado también una insólita capacidad para chantajear, ningunear e insultar al partido que supuestamente sería su socio en un hipotético "gobierno del cambio". Las cuentas en cuanto a escaños no salían en las primeras elecciones, en las segundas todavía menos y unas terceras no parecen lo más recomendable. En estas condiciones, postularse para formar un gobierno alternativo, suena a quimera. Tanto es así que, si Sánchez hiciera caso de las encuestas, se daría cuenta que hay una importante mayoría de votantes del Partido Socialista que apuestan por la abstención del PSOE para desbloquear la actual situación política. 

Sánchez parece creer, equivocadamente, que eso implica apoyar a quienes debe considerar en su fuero interno corruptos hasta la médula e indignos de gobernar, sin darse cuenta de que, por el contrario, esta abstención colocaría al Partido Socialista en una situación privilegiada para influir en las políticas del Gobierno. Hacer oposición significa exigir rendición de cuentas, pero también influir en como se hacen las cosas. Tras una investidura, tal como están las cosas, El PP seguiría sin mayoría absoluta, lo que obligaría a llegar a acuerdos, aunque fueran puntuales, con otras fuerzas políticas. ¿Por qué no con el PSOE? Cuanto más amplio el acuerdo, más posibilidades de evitar la política de adversarios, ese movimiento pendular típico en gobiernos que han gozado de mayorías amplias y no han contado con el resto de la oposición. Resulta posible alcanzar una situación de suma positiva a través de cesiones mutuas.

Gracias a esta obstinación en mantener el NO, la prórroga de los Presupuestos Generales del Estado es un hecho, lo que es una pésima noticia, y continuaremos con una parálisis legislativa sine die, salvo que algo raro pase tras las elecciones vascas. Con todo, podría ser peor, nos queda la experiencia belga de 542 días sin gobierno. ¿Llegaremos a eso?

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