jueves, 3 de enero de 2013

Redes sociales y política 2.0

Hace apenas diez años, los más adelantados entendieron que era algo vital encontrar un espacio en la red porque era lo "moderno", lo que representaba una ruptura con la política tradicional, aunque, visto ahora, parece ingénuo haber otorgado tanta importancia a webs que eran poco menos que largos monólogos de autobombo, puesto que la comunicación era unidireccional e impersonal. Es ahí donde radica la clave del paso a la política 2.0: la interactividad en tiempo real. Antes, a causa de la lentitud de las conexiones a internet y que no era tan común contar con un ordenador en casa, no era viable un diálogo fluido. En la actualidad, el abaratamiento de los equipos informáticos, sobre todo los portátiles, la popularización de las tablets y la extensión a los móviles de aplicaciones hasta hace poco reservadas a los ordenadores, han aumentado exponencialmente las posibilidades de individualización de los mensajes, ajustándolos mejor a su receptor.

Sin embargo, la calidad del mensaje no cuenta tanto como el modo de promocionarlo y conseguir que se convierta en un fenómeno. Lograr que cientos de miles de personas se apunten online a una determinada iniciativa no tiene porqué traducirse en la misma participación en la calle, sobre todo en la medida que suponga un desembolso económico o implique un compromiso activo. La gratuidad o bajo coste hacen que el coste de oportunidad para participar sea menor y que más gente este dispuesta a hacerlo. Este porcentaje disminuye dramáticamente a medida que las obligaciones aumentan. Además, la implantación progresiva de internet como medio de comunicación política no implica que todos los individuos empleen o conozcan en el mismo grado las múltiples herramientas de que disponen para participar.

No basta con crear una web, blog o un grupo en una red social y mantenerlo actualizado. Para que estas iniciativas tengan una traslación real, es indispensable la creación de espacios y momentos en que las personas interactuen y refuercen sus relaciones. Es posible que la red y el progresivo aumento de dispositivos móviles, que posibilitan estar permanentemente conectados, aporten inmediatez, pero un compromiso duradero requiere de reflexión para asentarlo sobre una base sólida y relaciones interpersonales de verdad.

El éxito de la campaña de Obama se basó precisamente en la movilización de cientos de miles de voluntarios por todo el país. Dirigidos por un reducido grupo de asesores de campaña a sueldo que los coordinaban, llevaban a cabo las principales tareas de organización: obtención de donaciones, llamadas telefónicas e incluso iban si era preciso puerta a puerta, pidiendo el voto a los votantes potencialmente indecisos. Cabe preguntarse si el fenómeno del asociacionismo norteamericano, que ya observase Tocqueville hace casi dos siglos, explica este formidable volumen de participación y compromiso; no esperan ser subvencionados ni recibir algo a cambio, más que la victoria de su candidato.

Otro punto vital que inclinó la balanza del lado del presidente Obama y que es perfectamente extrapolable al caso español, fue llegar a los líderes de opinión dentro de cada comunidad. Más información no significa mayor claridad. Muchos se sienten confusos y perdidos ante un maremagnum de contradicciones; otros, consideran que no tienen conocimiento suficiente para formarse una opinión, pero seguirán el criterio de personas en las que confien y a los que atribuyan buen juicio. Éstas no tienen porqué ser grandes pensadores ni contar con títulos y diplomas, basta con que se les dé autoridad y credibilidad a sus palabras.

En relación a los tradicionales medios de comunicación de masas, sería un grave error pensar que las redes sociales los sustituyen. En realidad, lo que hacen es complementarse los unos a los otros, si bien es cierto que se produce una disminución del peso específico de la televisión, la radio y la prensa impresa, ya que para los partidos políticos, las redes sociales suponen un claro ahorro de costes en publicidad. (menos anuncios en prensa escrita o televisión, basta ponerlo en youtube, facebook o twitter en forma de marketing viral). Los medios ya no son un intermediario necesario a la hora de comunicar los mensajes; no es necesario siquiera que estén en el lugar donde se produce la noticia; los partidos políticos ya se habrán preocupado de colgar en youtube el video del acto, twittearlo y postearlo en facebook o tuenti. Luego lo remitirán, editado y redactado en los términos que les interesa a los medios, quienes decidirán si la publican y con que titular, en función de su mayor o menor afinidad política.

En todo caso, Hay que romper con la idea de que los medios son neutros y se limitan a transmitir fielmente los hechos sin intentar influir en la opinión de la gente. La objetividad no existe y es mucho más honrado reconocerlo que empecinarse obstinadamente en ocultarlo. El tratamiento que se da a las noticias tiene siempre un sesgo más o menos evidente. Ello no es negativo per se, sólo es un reflejo de las diferencias de opinión que en una sociedad sana existen.

El aumento de las posibilidades de participación ciudadana en la política, haciendo que cada uno se conviertan en una potencial fuente de opinión, tiene también su reverso tenebroso. El contraste de las informaciones se vuelve negligente y se da por hecho que si algo está en la red, será verdad. Se pierde en ocasiones el espíritu crítico y la prudencia y se acusa sin pruebas; basta con ser acusado para ser inmediatamente condenado por la opinión pública; opinión pública a la que, por otro lado, al igual que "la ciudadanía" o "el pueblo", se le da un carácter uniforme y personalidad propia, olvidando que es un cajón desastre en que muchas personas pueden coincidir en lo mismo, pero por razones diferentes. La cuasipersonificación de la opinión pública como un todo homogéneo es una falacia en la que se incurre con bastante asiduidad.

Que haya Campañas muy activas en la red en pro o en contra de un tema determinado, no implica que éste sea importante o una preocupación inmediata del grueso de los votantes, ya que habitualmente las mayorías a favor son silenciosas, si bien es un buen indicador de hacia donde debe encaminar sus esfuerzos el político, en la medida en que la cuestión puede volverse importante y formar parte de la agenda política.

En cualquier caso, debe plantearse hasta que punto altera realmente el feedback la posición de los políticos. La existencia de un clima de opinión favorable o desfavorable a un tema determinará las medidas a tomar: echar marcha atrás o intentar movilizar todos los recursos disponibles para cambiar la opinión mayoritaria o desviar su atención hacia otros asuntos más cómodos. Los partidos que quieran tener una ventaja sobre sus competidores, deberán ser los más rápidos programando y contraprogramando la agenda política

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