lunes, 26 de noviembre de 2012

Reflexión sobre las elecciones catalanas del 25N

Aunque hace ya tiempo que muchos hemos aprendido a desconfiar de las encuestas, sigue llamando la atención la diferencia que puede llegar a existir entre las previsiones y la realidad.

Nunca acabaremos de entender muy bien por qué Artur Mas convocó unas elecciones anticipadas cuando contaba con una mayoría amplia; quizás no la suficiente para gobernar en solitario, pero sí para contar con una posición negociadora fuerte a la hora de lograr apoyos puntuales en la aprobación de presupuestos y otras iniciativas legislativas. Es posible que, anticipándose a una más clamorosa derrota electoral dentro de dos años, pensase que podría aprovechar en beneficio propio que las aguas están bien revueltas, y lograr así un mejor resultado. En cualquier caso, la jugada le ha salido cara.

Hay que examinar los diferentes factores que han influido en los resultados, que suponen una debacle electoral sin paliativos:

- Querer focalizar y dirigir el proceso independentista. Al radicalizar su discurso, Artur Mas ha logrado que Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), de electorado más bien volatil, recuperase buena parte del apoyo que había logrado en 2003 y 2006. La razón es simple, en mi opinión. Los catalanes más independentistas han visto en Mas a un arribista que se monta a un carro que no le corresponde; puestos a perseguir el objetivo de una nación independiente, han preferido optar por el original. El trasvase de votos de CIU a ERC es evidente, como en su momento lo fue de CIU al PSC cuando este último hizo lo mismo.

- La alta participación. Se ha movilizado mucha gente que habitualmente no vota en las autonómicas, merced al fenómeno del voto dual que, si bien no es exclusivo del ámbito catalán, sí que se repite de modo constante en las elecciones desde el inicio de la democracia e implica unos mejores resultados de los nacionalistas en las elecciones al Parlament, pero una caida y mayor cantidad de votos para los partidos de ámbito nacional en las elecciones al Congreso y Senado. La alta participación ha ensombrecido en cierta medida resultados extraordinarios, como los del PPC, que ha logrado su mejor resultado en votos en unas elecciones autonómicas, aunque no en porcentaje; y ha amortiguado la sensación de catástrofe en el PSC, que en conjunto ha perdido apenas 50.000 votos desde las anteriores elecciones, aunque su pérdida en escaños ha sido notable. ERC se ha beneficiado en parte de los 100.000 votos perdidos de CIU y de la recuperación de parte del electorado que lo llegó a aupar al tripartito. Ciutadans es un caso curioso. Han logrado triplicar escaños y lograr grupo parlamentario propio, pero está por ver en próximas elecciones si es un repunte puntual o si se consolidan como fuerza política.
- La sociedad catalana tiene otras prioridades. Si bien una mayoría de los catalanes estaría a favor de la idea de un referendum, eso no quiere decir que sea lo único en que piensan. La crisis afecta a todos, aunque desde el independentismo se use al resto de España como chivo expiatorio, existe un hartazgo de la opinión pública, que busca soluciones reales a sus problemas más acuciantes: el empleo, la sanidad, la vivienda, el coste de la vida, etc. Que Artur Mas, al convocar elecciones sin necesidad alguna, haya hecho perder a los catalanes un tiempo y unos recursos preciosos para luchar contra la crisis y trabajar por sus conciudadanos, es algo que difícilmente le podrán perdonar.

- CIU no significa, necesariamente, independencia. El electorado de CIU puede tener preferencias más o menos definidas en relación a España, pero ante todo es práctico y sigue prefiriendo estar dentro de España, con mayor autonomía y todo lo que se quiera añadir, antes que embarcarse en aventuras dudosas.

Las consecuencias no se harán esperar. Primero, Mas deberá presentar cuentas ante su partido sobre los pobres resultados. No sería aventurado decir que lo más probable es que sea su última legislatura al frente de CIU. En segundo lugar, debe pensar cómo va a gobernar, ya que la radicalización de su discurso hace imposible un pacto CIU-PP, y la posibilidad de que un debilitado PSC acepte pactar, haciéndose literalmente el harakiri político, está fuera de lugar. Lo más lógico será un pacto con ERC, pero creo que será sobre cuestiones puntuales, pues éste se ha opuesto frontalmente a todos los recortes llevados a cabo desde la Generalitat por CIU y lleva en su programa reformas muy ambiciosas. Mas se verá obligado a tirar del freno de su copiloto si quiere gobernar y no ser dirigido.

En todo caso, su apuesta soberanista, en lo que a Mas concierne, puede darse por terminada. Hay problemas más graves y, desde su partido, no le permitirán de nuevo tirar por ese camino. Es previsible una disminución de la dialéctica de confrontación, ahora que la campaña ha pasado. Habrá que seguir los acontecimientos.

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